sábado, 12 de octubre de 2013

Innovación para el desarrollo

Antes del siglo XX, el concepto de innovación fue muy poco utilizado de manera formal. Maquiavelo, por ejemplo, hizo referencia al término para señalar la resistencia de la humanidad a los cambios, y en particular, a cualquier novedad. El despliegue de la innovación a gran escala no inició hasta la década de 1930, cuando Joseph Schumpeter, en momentos en que la teoría económica neoclásica basaba su análisis en modelos de equilibrio general, argumentó que dicho equilibrio estaría siempre vulnerable a una fuerza interna del sistema económico. Esta fuerza, expuso Schumpeter, era la innovación.

A partir de allí, el concepto ha pasado por distintas etapas en su evolución, destacándose cuatro momentos. Entre 1977 y 1987, en la etapa denominada tradicional, se entendió la innovación como la introducción de un producto, servicio, o proceso nuevo. Luego, entre 1987 y 1996, en la etapa llamada proceso creativo, la innovación fue vista como un flujo de actividades orientadas a la búsqueda de resultados económicos. A partir de 1997 y hasta 2011, en la etapa denominada proceso de conocimiento, se concibió el conocimiento como un factor determinante, que debía ser generado y gestionado en el proceso de innovación. En la actualidad, el concepto ha trascendido hacia la generación sistemática de capacidades de innovación, entendiendo el conocimiento, el mercado y las presiones competitivas, como los ejes orientadores del proceso de innovación.

Ahora bien, no obstante haber tenido una evolución estructurada desde la perspectiva académica, y que las teorías de la administración han procurado facilitar la implementación de procesos de innovación al interior de las organizaciones, premisas como la orientación al mercado, han generado diferencias sobre las capacidades de apropiación de la innovación por parte de organizaciones públicas respecto a las privadas. De hecho, en un artículo reciente publicado en The Economist, se hace una explícita referencia a los gobiernos para que se limiten a lo básico: infraestructura, educación y reglas claras, y que se deje la innovación en manos del sector privado.

En la práctica, la innovación es una disciplina, que entre otros elementos dispone de una serie de herramientas administrativas por medio de las cuales se lleva a la mente humana al límite, y así forzar la generación de ideas que en otro contexto no se hubieran presentado. En este punto, se pueden identificar elementos comunes entre la innovación y la investigación. Esto es, la investigación seria y rigurosa, aunque lo haga bajo esquemas en general más tradicionales, logra llegar al mismo fin. Y es tal vez en este aspecto en que el planteamiento expuesto por la prestigiosa revista inglesa carece de argumentación: en lo que respecta a la investigación, el sector público en alianza con las universidades, puede contar con herramientas si no superiores, equivalentes a las del sector privado.

Así, de manera afortunada encontramos hoy grandes proyectos orientados a innovar en políticas públicas, que toman como base no los esquemas modernos de generación de ideas creativas, sino herramientas avanzadas de investigación. En particular, se destacan iniciativas como Innovations for Poverty Action y el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab, que realizando una evaluación sistemática del impacto generado por diversas políticas públicas, han logrado identificar cuáles son los instrumentos de política más exitosos para reducir los altos niveles de pobreza de algunas regiones del mundo. Si bien estas iniciativas no han nacido en los gobiernos, si se han desarrollado en alianza con algunos de ellos, sentando las bases para un nivel de colaboración mucho más estrecho en el futuro.

En Colombia, ¿cuántas entidades evalúan el impacto generado por las políticas que implementan? Algunas lo hacen, sin embargo, esa no es la regla. En un país con importantes limitaciones presupuestales, el Estado debe concentrar sus esfuerzos en la implementación de políticas con un impacto superior. Las metodologías y técnicas de investigación están disponibles en nuestras universidades. Falta sólo la decisión de nuestras instituciones de dar el paso, romper paradigmas, y empezar a innovar.


Referencias

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Schumpeter, J.A. (1912/1934). Theorie der wirtschaftlichen Entwicklung. Leipzig: Duncker & Humblot. English translation published in 1934 as The Theory of Economic Development. Cambridge, MA: Harvard University Press.
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